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Primer Acto

El 19 de noviembre el Atlántico se traga al Prestige. El naufragio se produce a 234 kilómetros de Fisterra, a la altura de las Cíes. La proa, la parte más dañada, cae a 3.800 metros de profundidad y la popa, a 3.500. Durante seis días el barco se ha paseado a lo largo de la costa occidental gallega, recorriendo 435 kilómetros. Desde el 16 de noviembre las playas de la Costa da Morte aparecen embadurnadas de fuel, sin que nadie se ocupe por ahora de limpiarlas. El mismo día del hundimiento, las embarcaciones de Portosín y Muxía intentan todavía faenar; largan los aparejos y cuando los izan emergen impregnados de chapapote.







Por ahora, el optimismo aún manda en las valoraciones oficiales. En su comparecencia diaria, Arsenio Fernández de Mesa (ferrolano de 47 años), delegado del Gobierno, augura que «el fuel del Prestige que se ha ido al fondo se solidificará, debido a las bajas temperaturas, y allí se quedará para siempre». Los observadores portugueses discrepan y mantienen desde el primer momento que el hidrocarburo está aflorando en el lugar donde se hundió el petrolero. El Nautile zanjará la polémica entre lusos y españoles. El submarino francés de vanguardia revelará que los restos del buque presentan 23 grietas y que están perdiendo unas 125 toneladas de fuel al día. En la jornada siguiente al hundimiento, 295 kilómetros de la costa gallega ya están contaminados y el chapapote mancha 90 playas y humedales. Las primeras fotografías por satélite han revelado además toda la magnitud del vertido con una elocuencia irrefutable. El mallorquín Jaume Matas, de 46 años, viaja entonces a Galicia. Siete días después de que comenzase la mayor catástrofe ecológica de la historia de España, el ministro de Medio Ambiente decide que ya es hora de acudir a interesarse por el
asunto. Matas justifica su ausencia: «Lo que nosotros hemos hecho es la labor que había que hacer, lejos de cualquier protagonismo». Y se suma a la consigna del optimismo: recuperar las playas de Galicia «llevará unos seis meses» y la inversión para reparar el daño será de 42 millones de euros (7.000 millones de pesetas). El 13 de diciembre, el Gobierno comunicará a la UE que la limpieza supondrá 200 millones de euros. A día de hoy, el último cálculo
del Ejecutivo español habla ya de mil millones de euros (166.000 millones de pesetas). Mientras Matas baja al arenal de Barrañán
(Arteixo) y toca el pringue con mano enguantada y rostro compungido, sólo 150 soldados y 110 peones se ocupan de recoger fuel en Galicia: 260 efectivos frente a una marea negra. Con más reflejos, la gran prensa internacional intuye en sus titulares la inmensa magnitud de la catástrofe. El Washington Post titula que «será peor que el Exxon Valdez». La revista alemana Der Spiegel
alerta de que «una bomba de relojería hace tictac en el fondo del mar».

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