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Marea Blanca


Con la marea negra llegó a Galicia una marea blanca. Miles de voluntarios llenan las playas gallegas desde pocos días después del inicio de la tragedia. La mayor avalancha tuvo lugar durante el Puente de la Constitución. Esos días voluntarios llegados de los lugares más diversos sembraron solidaridad y mano de obra desde Baiona hasta Foz.





Hay que descorrer la cortina que tiñe el mar; hay que amasar la playa con las manos; hay que resucitar a la costa de su sepultura de plastilina. Con tales objetivos, veinte mil manos se metieron en la masa desde Baiona hasta Foz, en una lucha que no se paga con dinero. Llegan de todas partes en autobús, en coche, en moto, a dedo. La ropa de trabajo es un traje universal que le queda bien a todo el mundo; sólo hay que meterse dentro. Chinos, japoneses, rumanos, uruguayos, gaditanos, murcianos, madrileños, catalanes y mallorquines. Americanos de arriba, americanos de abajo, gente de mil acentos. Empaquetados y enmascarillados, se ven como astronautas de la reconquista.
En A Pedriña, en Muxía, las piedras sudan fuel interminable,pero el ánimo no decae. En Caión, treinta voluntarios de Madrid, de Barcelona, de Valladolid y de La Rioja limpian la playa principal. Se escuchan quejas: «Mientras treinta trabajamos en las rocas, trescientos nos observan desde el mirador». No nos mires, únete. En Malpica hay un voluntario japonés. En Ponteceso se ataca duro la playa de Niñóns. En Laxe, doscientas personas muy bien coordinadas, llegadas de Alcalá de Henares, friegan las playas de Mórdomo y Traba. Un técnico de Adega los orienta. Cruz Roja ayuda.
En Ferrol se arranca chapapote en Covas, Esmelle y A Frouxeira. Son 83 voluntarios y Tragsa está preparada para recibir a seiscientos. Sobra el material que va a faltar en otros lugares, como Noia.
En Barbanza, 1.500 contados. Llegan cuatrocientos de Vitoria que se traen todo el equipo, incluidos dos coches de bomberos del Ayuntamiento. En la ría de Vigo, otros 1.500, de los que 150 acudieron a salvar el parque de las Illas Cíes y el resto se repartieron por la costa, sobre todo en Baiona y Oia. Pero en esta última zona hubo descoordinación y a algunos voluntarios los mandaron para casa y les dijeron que los llamarían hoy. En la zona de Pontevedra hay una lista de más de 3.000 nombres preparados para ser llamados. Se reparten entre Sanxenxo, Bueu y Pontevedra, Marín y Poio. Para Ons, espacio natural altamente perjudicado, los coordinadores piden personal especializado en limpieza de rocas o que, al menos, estén familiarizados con los trabajos de marinero, ya que muchas labores se hacen desde el mar.
En A Mariña, el viento norte salpicó de pequeñas manchas numerosas playas de la comarca, entre Cervo y Ribadeo. Los empleados municipales sólo necesitaron la ayuda de los voluntarios en Foz.
Unos 1.200 voluntarios se agolpan en las playas de San Vicente do Mar, en O Grove, organizados en cuadrillas de diez. Tanto es su afán que, en el momento del relevo, los que limpian no quieren abandonar la tarea. La cofradía grovense, el sanatorio de A Lanzada y la batería militar de Con Negro ponen la comida. Por cierto, por la mañana hubo roces con los militares, que no querían dejar a los voluntarios bajar a la playa que les pertenece. Al final de la jornada, el descanso del guerrero sabe a callos, a mortadela y a pollo al ajillo. Cocina voluntaria en puertos, campamentos y en cualquier lugar donde se pueda colocar una tartera. El sueño reparador es azul colchoneta.

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