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La Ria del Orgullo

La Ría de Arousa es un paraje de una hermosura más propia de un parque temático que del mundo real: playas blancas, viñedos con oro rubio, el mar encajado entre el verdor. Pero la Ría de Arousa es además una gran empresa; en realidad, una de las más potentes de Galicia. Veintiocho mil vecinos viven del mar; hay 2.000 bateas y 5.000 bateeiros, 5.000 mariscadores, mil parques de almeja y berberecho, 13 lonjas, 29 plantas conserveras. Unas aguas benditas en fitoplactón le dan la vitola de ser la mayor ría marisquera del mundo.







La riqueza natural ha compactado a la sociedad. As xentes da ría saben trabajar en equipo, son una sociedad articulada. Y lo demostraron ante todo el planeta.
El 3 de diciembre queda en la historia de Galicia como el día de los héroes de Arousa. En la víspera, con la gran mancha llamando a las
puertas de Sálvora y Ons, la sociedad civil comenzó en silencio a tejer su estrategia. Se movilizaron 150 planeadoras
y 15 barcos mejilloneros Un taller de Cabo de Cruz fundió cien espumaderas gigantes, una pesadísima herramienta ideada por los bateeiros para cazar fuel. Y se estableció un plan: «a merda» se volcará en capachos, que serán llevados a tierra
por las planeadoras; los barcos mejilloneros harán de buques
nodriza y albergarán los contenedores.
El día arrancó torcido. A las once de la mañana, los barcos
mejilloneros que llegaron a Aguiño se encontraron con que la administración no había facilitado contenedores para vaciar la cosecha de fuel. Algunos tripulantes estuvieron dos horas parados, esperando a descargar mientras la gran mancha amenazaba su pan. Hombres recios lloraron. Tipos curtidos perdieron el control. Torres Colomer, alcalde de Ribeira, se pasó por Aguiño y recibió un latigazo con una ropa de agua empapada de fuel.
El mar estaba sucio y picado. Primero se emplearon trueles, piezas de plástico, espumaderas. Al final, las simples manos. No hubo mascarillas ni reservas. «Aquí estamos, metendo merda», cantapor la telefonía un patrón con coña marinera. Su razonamiento es impecable: «A pouco que collamos, menos chega a terra».
En el primer día de batalla, las gentes de la ría retiraron 1.500 toneladas de hidrocarburo. En el segundo, sólo en Aguiño llegaron a 3.000. En tres días, alcanzaron las 7.000 toneladas. Su ejemplo se expandió. Los marineros de Vigo y Pontevedra les imitaron, aunque se perdió la partida en la defensa del Parque Nacional de las Illas Atlánticas, totalmente arruinado. Los percebeiros del norte también anotaron la lección y se arrojaron sobre la salitre armados de palas. No fue sólo un gesto. La Ría de Arousa se salvó. El 11 de enero del 2003, los análisis confirmaron que su marisco es apto para el consumo.

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