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Olas que rompen farolas

El viernes 22 de noviembre el mar escupe fuel en el malecón de Muxía. Las olas negras, cebadas por el hidrocarburo,
cobran tal peso que son capaces de derribar los globos de las farolas del paseo de O Coído. Las imágenes apocalípticas de la
que acabará por llamarse la «zona cero» estimulan a las administraciones. Madrid sube 10 euros diarios las ayudas fijadas por la Xunta. La UE autoriza a España a redistribuir sus Fondos Estructurales para el sexenio 2000-2006.





Quinientas personas se ocupan ya de limpiar las playas. Pero los ediles parecen insatisfechos. Rafael Mouzo, alcalde nacionalista de Corcubión, convalece de un cáncer que él achaca a otra bomba náutica, el Casón. Pero ha desertado de su cama en un hospital de Barcelona para tratar de organizar a sus paisanos: «Isto é un auténtico desastre. Si se quixera facer peor non creo que se pudiera» En Porto do Son, el primer edil, el socialista Ramón Quintáns, cuantifica los medios que les ha facilitado la administración: «Unhas caixas para recoller paxaros». Juan López Uralde, el director ejecutivo de Greenpeace España, suelta una frase lapidaria: «El Estado ha abandonado Galicia». Andando los días, conspicuos políticos gallegos darán por bueno su diagnóstico.
Galicia ha sufrido siete de las once mayores catástrofes náuticas
de Europa en los últimos 30 años. Se calcula que en esas tres décadas 300.000 toneladas de fuel han empobrecido la costa gallega. Las lecciones de la historia no han calado. Cuatro días después del naufragio del Prestige, 400 kilómetros de litoral padecen la contaminación. El vicepresidente Mariano Rajoy (pontevedrés de 47 años) explica que no es una marea negra, porque «aunque afecta a una parte importante de la provincia de La Coruña, se trata de manchas muy localizadas».
Ese mismo 23 de noviembre, la oposición asegura que Manuel Fraga y los conselleiros Del Álamo (responsable de Medio Ambiente) y Cuíña han participado en una jornada de
caza en Aranjuez en el fin de semana del 16 y 17 de noviembre,
momento en que se produjo la primera marea negra, tres días después del mayday del petrolero. El presidente sale al paso de la acusación al día siguiente. Asegura que «esos comentarios me
producen risa» y explica que «el asunto es sencillamente una patraña». Posteriormente, admitirá que participó en la jornada cinegética, aunque alegará que «sólo estuve cuatro horas y me volví sin comer». Mientras se incuba la galerna política, en la costa no hay tregua. El fuel entra por tercera vez en Muxía. «É como lanzar unha pelota contra un muro, sempre volve», rosman los limpiadores. En Camelle, Man el anacoreta germano que vive en taparrabos en una chabola desde 1961, musita una frase premonitoria al ver arruinado su modesto parque escultórico: «Quiero morir. Esto es como la muerte».

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