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El hombre que murio de Pena


Cuando Manfred Gnadinger, Man, empezó a pintar en su museo, hace más de tres décadas, dibujaba círculos negros y blancos.
Mucho negro y poco blanco. Entonces, como poco antes de su muerte, era un incomprendido, cuestión que le interesaba más bien poco. Ahora que está muerto, son cientos de personas las que se acercan a su obra para tratar de entenderle.





Man se fue el 28 de diciembre, envuelto su cuerpo en el taparrabos de siempre y en una manta de frío, y su parque temático, en el negro miserable del fuel. Todo no es sino es cuestión de formas. Falleció a los 66 años de edad, de pena, cuando destrozaron el trabajo de su vida», rezaba la esquela que uno de sus escasísimos amigos le dedicó en el diario. «Galicia y todo el pueblo gallego nunca te olvidarán». Para que sea así, el Concello y la Xunta podrían tomar medidas. Antonio Jesús Alonso Ballester, farero de toda la vida, es concejal de Cultura de Camariñas, planea constituir una fundación entre las administraciones, negociar con Costas el
destino de parte de la parcela en la que se asienta el recinto, erigir un monumento de bronce en medio del jardín de piedra y raíces, todo un canto al ecologismo en vena, ecologismo hard-core.
Pero antes quiere esperar a conocer los designios del anacoreta alemán, que cumpliría 67 años el 27 de este mes y que llegó a Camelle en mayo de 1961. Ahora todos miran por él, dice Juan Mouzo, otro vecino que lo trató, pero antes no hubo muchos que se preocuparan, incluso cuando enfermaba.
É que hai moita hipocresía, temos esa tendencia a a falar moi ben dunha persoa cando morre», explica Sole Vidal, cuasi-abogada, cantante aficionada que le dedicó en el funeral unos hermosímos cantos, de esos que harían llorar a las piedras. Sole cree que Man era una persona afable y difícil, que elevó el valor de Camelle.
El alemán, primera víctima del Prestige, murió de pena, disfrazada de insuficiencia respiratoria, huelga de hambre, depresión profunda o nula ingesta de medicación, como se prefiera. «Deixouse morrer», comenta Luis Sánchez, otro amigo que le proveía de materiales y con quien discutía sobre el arte pictórica.

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